lunes, 28 de diciembre de 2009

La reina de las nieves

-La naturaleza tiene muchas artimañas para convencer al hombre de su finitud -el incesante fluir de las mareas, la furia de la tormenta, la sacudida del terremoto, el largo retumbar de la artillería del cielo-, pero la más tremenda, la más sorprendente de todas es la fase pasiva del silencio blanco. Cesa todo movimiento, el aire se despeja, los cielos se vuelven de latón; el más pequeño susurro parece un sacrilegio, y el hombre se torna tímido, asustado del sonido de su propia voz. Única señal de vida que viaja a través de las espectrales inmensidades de un mundo muerto, tiembla ante su propia audacia, se da cuenta de que su vida no vale más que la de un gusano. Surgen extraños pensamientos no llamados, y el misterio de todas las cosas pugna por darse a conocer. Y el temor a la muerte, a Dios, al universo, se apodera de él, la esperanza en la resurrección y la vida, su deseo de inmortalidad, la lucha vana de la esencia aprisionada. Entonces, si alguna vez ocurre, el hombre camina solo con Dios.

La mujer había hablado al heraldo como quién habla para si mismo,pero esque ella era así de misteriosa, quizás porque vivía alejada en aquellas montañas sin tener apenas oportunidad de hablar con nadie y estaba acostumbrada a esparcer su filosofía por el paisaje que la rodeaba como quién siembra en un huerto al caer al atardecer: en silencio,con cuidado y ensimismándose en toda la belleza que le rodeaba. Si aquel guerrero la había entendido o no carecía de importancia pues ya antes de eso había aceptado la misión de esconder la Corona de Hielo y si le dirigía esas palabras era porque gozaba de sentir y ver con claridad los pensamientos que inundaban la mente de las pocas personas que llegaban a alcanzar esa cima nevada.

Asi que el varon hizo una reverencia entre temblorosa y dubitativa para despesdirse, sin atreverse a contestar a las palabras que aquella la mujer (a la que unos llamaban reina,otros diosa...de las nieves en todo caso) le habia dedicado.

Y ella volvia a su solitaria monotonia.A dedicarle al viento helado del Norte las palabras que nadie podria escuchar,a ensimismarse con esa belleza serena que la rodeaba cada dia de su inmortal vida y a esperar, esta vez y como ultima variante, a la persona que estaba destinada a recuperar esa corona.

....

Se que desde donde mejor se puede ver,apreciar, temer una tormenta... es desde la cima del mundo. En lo alto de la montaña ,allí donde no hay riscos, arboles,bosques enteros que te oculten la luz y el sonido del apocalipsis.
Allí donde ella estaba,alta y serena ante todos los acontecimientos de la vida, ante todo lo que aflige el corazón de los humanos, que no son mas que juegos a la vista de los dioses.A su vista,la de la Diosa de las Nieves.Allí,en aquella altitud,todo seguía cubierto por su manto blanco,que brillaba como diamantes bajo la benevolente luz de la luna,y como plata por la aterradora y fugaz luz de los rayos que cruzaban el cielo. Allí ella,que no pertenecía ni al bien ni al mal, contemplaba extasiada en su omnipotencia como la electricidad destruía arboles, creaba surcos en la tierra que se asemejaban a las pisadas de los gigantes que habian habitado esa misma tierra cientos de años antes.

Y se complacía...De nuevo amaba su retiro en la montaña,porque podía ensimismarse ante ese poderío como quien observa el dolor de una persona desde el exterior,con el la beneficencia de que nunca afrontara nada parecido,y comprendiendo sin embargo el por que de las esperanzas y las frustraciones humanas,del bien y el mal,de las buenas acciones, el temor y el miedo que acosaba en algunos momentos a quienes hacian daño mas incluso que a los propios dañados.

Porque ella estaba por encima de todo eso,como lo estaban las voces de los lobos que aun esa noche se alzaban desde los bosques,sobre el retumbar de los truenos y el chasquido metálico de los relámpagos, aullando a una luna que permanecía tras la oscuridad del cielo,y que se mantendría allí siempre. Porque aquellos animales eran inteligentes y sabían que no tenían que temer una oscuridad que tarde o temprano se marcharía y les dejaría observar con mas claridad el aura argenta que siempre brillaba en el cielo.

Porque sabían,como la misma Diosa les había enseñado en los principios de la creación,que la vida fluía como las aguas de un río,que todo cambiaba, evolucionaba o incluso desaparecía y que,si era en el ultimo caso, lo hacia para dejar lugar a algo nuevo,mas hermoso si cabe, pues estaba dotado con el don de la experiencia y el sufrimiento.

Ese es el ciclo de la vida.Ella nos presenta una senda,ante nosotros,y cubre el firmamento de la misma con tormentas que transforman la tierra del camino en barro que nos impide proseguir nuestros pasos...pero luego,cuando conseguimos atravesar la colina mas alta el sol brilla con mas fuerza aun y deja a tus pies un paisaje precioso que no habías podido ver antes porque te centrabas en atravesar la tormenta.

Porque no todos somos dioses...y no todos estamos sobre las tormentas.

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