lunes, 4 de enero de 2010

Nada a decir.

Porque no hay nada a decir. No sería capaz de expresar lo que pudiera sentir cada vez que me asaltas con los ruidos y ronroneos incomprensibles - o tu propio idioma, visto de otro modo - ni adjetivar correctamente la belleza que nace de tus ojos y envuelve con un aura mágica dificil de ignorar el resto de lo que eres.

No encuentro el modo de agradecerte las sonrisas y palabras que acumulamos. Cómo me haces sentir querido, el aprecio que transmites me seria suficiente combustible como para pasar todas las penurias que una vida puede presentar; y no necesitas hacer nada, sólo ser tú. Así la vida parece fácil, libre de perfidia.

Más allá de la fiebre carecen de importancia tantos recuerdos... Es como si todo el verano anterior, quitando parte de mis viajes por las tierras españolas, hubiera acontecido hace veinte años. Me llenas. Me invades todo, no hay remedio y no quiero tenerlo.

Sólo te quiero a mi lado, que me sigas llenando y que me dejes amarte como torpemente sé, eres la amante más cariñosa que he podido conocer, ya en tan poco tiempo, y no puedo más que prometerte todo; soy tuyo, para ti, aprovechemoslo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario