
Muchos lectores conocerán el nombre del autor de los relatos aquí recopilados, aunque ignoren el de escritores más ensalzados en los manuales de literatura. Sacher-Masoch, reconozcámoslo, no es un creador de gran altura y sus cuentos son más bien folletinescos, atrayéndonos por sus peripecias más que por su hondura psicológica. Sin embargo, su lectura nos fascina por la apasionada obsesión con que el autor insiste en cierto tema y percibimos que Sacher-Masoch lo vive muy de verdad, como encarnado en su persona. Por eso su apellido fue utilizado por el famoso neuropsiquiatra von Krafft-Ebing, en su obra Psychopathia sexualis (publicada inicialmente en 1886 y reeditada recientemente en esta misma colección), para dar nombre a la aludida obsesión, consistente en el deseo de someterse sexualmente a otra persona para ser humillado y maltratado.
"Me siento justificado para llamar a esa anomalía masoquismo -escribe el doctor- porque el escritor Sacher-Masoch utilizó frecuentemente esa perversión (hasta entonces ignorada por el mundo científico) como substrato de sus obras. Del mismo modo fue acuñado el vocablo "daltonismo" a partir del apellido de Dalton, descubridor de la ceguera para ciertos colores". La sumisión pasional quedó así tan justamente bautizada que desde entonces ese vocablo se ha difundido desde la esfera científica al lenguaje cotidiano. Se comprende por tanto el interés suscitado por un autor y su obra, erigidos en clásico referente del masoquismo.
Leopold von Sacher-Masoch
¿Quién fue Sacher-Masoch? ¿Cómo vivió aquel ser que para culminar el acto sexual necesitaba ser humillado y maltratado por su pareja? Nuestro autor nació el 29 de enero de 1836 en Lemberg, ciudad de la entonces Galitzia austriaca, siendo su padre el jefe de la policía y su madre una noble polaca. Aunque ejerció como profesor de historia en la universidad de Graz se dedicó sobre todo a la literatura. Sus amores con la esposa de un médico de Graz, que se divorció para vivir con él y de la que luego se alejó (como hizcon la mayoría de sus sucesivas relaciones) le dio tema para la obra La mujer separada, a la que siguieron otras novelas y numerosos relatos, espacialmente la serie titulada El legado de Caín. Pero su obra más recordada hoy es La Venus de las píeles (publicada en Stuttgart en 1870) basada en su relación con Fanny Pistor, con quien llegó a suscribir un contrato en el que se reconocía su esclavo. Sirviéndola como criado en un viaje a Italia, ella le utilizó en sus amoríos con un actor italiano, por el cual Sacher-Masoch tuvo asimismo el placer de ser también azotado.
A pesar del morboso argumento la novela pasó sin escándalo y su autor se hizo famoso incluso en el mundillo literario parisiense, donde la prestigiosa Revue de Deux Mondes le presentó como un filósofo pesimista discípulo de Schopenhauer, para quien -escribía la Revue- "amar es ser yunque o martillo", sin quedar dudas sobre la apasionada preferencia del autor.
En 1873 se casó con la señorita Aurora Rümelin, cuya Confesión de mi vida, publicada más tarde , ofrece copiosa información sobre la vida de su esposo. No siempre parecen muy creíbles ciertas afirmaciones suyas, sobre todo teniendo en cuenta que uno de los primeros biógrafos del autor, C. F. von Schlichtegroll, considera a la autora como una aventurera, según recuerda C. Bernaldo de Quirós, eminente penalista español que tradujo y prologó por primera vez en nuestro país La Venus de las pieles.
Esas memorias conyugales, de las que poseo un raro ejemplar, podrán falsear a veces la verdad, pero no en cuanto a la probada adicción sexual de Sacher-Masoch, bien patente en toda su obra. Al contrario, la señora Rümelin narra más de una vez cómo su marido se complacía en organizar un juego doméstico, en el que ella y la criada hacían el papel de bandidos secuestradores de Sacher-Masoch, que era atado y maltratado por ellas hasta acabar siendo azotado con entusiasmo por la doméstica.
Al principio la esposa se resistió a tales deseos, pero el marido la fue habituando, adiestrándola además en las artes de azotar y de la esgrima, para mejor sentirse ama dominando a un esclavo. Por supuesto se acordó un contrato de sumisión como el firmado en su día con la señora Pistor (designada en las Confesiones como Madame de P.). "Yo me veía obligada -escribe Aurora Rümelin- a hacer sufrir torturas físicas y morales a aquel pobre hombre, que alzaba hacia mí sus manos suplicantes gimiendo: ¡Más, más; pégame más, no tengas piedad! ¡Cuanto más me haces sufrir más feliz soy!.
La pasión masoquista no se detenía en esos juegos. El marido quería que su mujer se entregara a otro hombre, para sentir el goce de los celos provocados por la infidelidad. Para ello él mismo buscó candidatos incluso con discretos anuncios ofreciéndola. Ella cuenta cómo se resistió pero acabó por tomar un amante. Sacher-Masoch debió quedar satisfecho porque él, a su vez, halló una nueva pareja y todo acabó con un divorcio en 1887. Y no faltan en las Memorias numerosas referencias al fetichismo que da nombre a la Venus de la famosa novela: las pieles. La mujer administradora de los azotes había de vestir siempre alguna prenda de piel, cuya visión, olor y tacto aumentaba el placer del flagelado.
Concluiré estos rasgos del autor con una referencia a la fotografía inserta en la Confesión citada, si bien dejo el comentario al traductor español, el profesor Bernaldo de Quirós, experto en fisiognómica, que escribe en su prólogo lo siguiente: "El retrato de Leopoldo Sacher-Masoch dice de él más y mejor, por sí solo, que muchos renglones que se le añadieran. La amplia frente, opuesta a la brevedad de la mandíbula; la grandeza de los ojos, la boca sensual, la ligera demacración del rostro, expresan con toda claridad un hombre del género espiritual en su variedad sentimentalista" . Por su parte la señora Rümelin consigna más de una vez que su marido resultó siempre seductor entre las mujeres.
Esa impresión de espiritualidad (avalada por quien, como penalista y autor de un libro científico sobre el hampa madrileña sabía interpretar rostros humanos) chocará sin duda a quienes hayan sido educados para juzgar a todo masoquista como un degradado ser en pecado abominable. Muy otro es el criterio del científico, observador objetivo de la pluralidad de afectos humanos en la realidad. El propio Krafft-Ebing muestra como sigue su respeto por quien calificaba de "poeta del masoquismo": "Como persona, Sacher-Masoch no puede perder la estimación de sus cultos coetáneos por el simple hecho de padecer una anomalía en sus sentimientos sexuales… Y en todo caso es un notable ejemplo de la poderosa influencia ejercida por la vida sexual, para bien o para mal, en la formación y orientación de la mente humana.
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" A vosotros los modernos, a vosotros los hijos de la reflexión, os incomoda el amor entendido como goce supremo, os incomoda la divina jovialidad. Ese amor os trae desgracias. Os hacéis vulgares en cuanto quereis mostraros naturales. La naturaleza se os presenta como algo hostil; a los risueños dioses de Grecia nos habéis convertido en diablos y a mi, como a todas las diosas, me habéis transformado en una diablesa. Lo único que sabéis hacer es, o bien desterrarme y maldecirme o bien inmolaros como víctimas ante mi altar, poseídos por una locura propia de bacantes; y si uno de vosotros ha tenido alguna vez la osadía de besar mis rojos labios, peregrina descalzo y con hábito de penitente a Roma y aguarda con paciencia que florezca su seco bastón, mientras bajo mis pies brotan a todas horas rosas, violetas y mirtos, cuyo perfume no percibís. "
(La Venus de las Pieles.Fragmento)