sábado, 20 de febrero de 2010

Ebony y Favole


Ebony jamás ha sentido la calidez de un beso. Sin embargo, las espinas de su alma enzarzan un corazón que late enloquecido, confundiendo la verdadera necesidad de amor con el odio más puro y vengativo...
En el seno de una familia religiosa nació Ebony, marcada por una malformación en su sexo. Al cumplir el primer año de vida, vivió en el rechazo de sus progenitores tras ser abandonada entre la arboleda de los bosques más siniestros.
Expulsada de la cruel aldea, la joven bruja creció en el desamparo de los bosques, ocultándose así de un país sumido en el fanatismo de la Inquisición católica, cuyos habitantes identificaban toda deformación con la señal del maligno.

Desde entonces, su niñez fue acogida por los bastos robles y por los zorros que descienden de las montañas, y dedicó su desdicha al estudio de la magia negra, para con ello conseguir el poder absoluto en su inminente venganza.
Hace tiempo que un espíritu vampírico llamado Favole se cruzó en su camino, atraído por su invocación, y entre cientos de pócimas humeantes y abadías abandonadas intercambiaron sus anhelos más profundos y sueños de almas moribundas.
Ebony conocía a aquella presencia fantasmal, pues durante años buscó la clave de su encuentro, y en aquellas veladas supo que su dolor sería comprendido por el espectro, quien también poseía el poder necesario para otorgarle el don de la venganza.

El atardecer consumía sus matices cárdenos, y en un valle de lápidas la hechicera solitaria extendió su cuerpo en la penumbra de la necrópolis para conjurar de nuevo a la hermosa ninfa del desarraigo.
Sólo un beso de sus labios sería suficiente para que Ebony naciese a las tinieblas del vampirismo, y con ello dar muerte a todos aquellos que antaño repudiaron su infancia y maldijeron su cuerpo imperfecto.
En aquel mágico cementerio, Favole se presentó ante ella, y le propuso una simple condición a cambio de su ósculo siniestro... la revelación del camino que debía seguir hasta su salvación.

Sin más dilación, la bruja de ojos felinos hizo acopio de sus artes adivinatorias para vislumbrar un castillo rumano en cuyo interior se encontraba la clave de su viaje en pos de la salvación.
El silbo del viento se hizo cada vez más sonoro entre la piedra agrietada de los sepulcros, y una mirada de complicidad entre el espíritu vampírico y la hechicera brilló en el esplendor de los haces lunares.
Aquella noche Favole besó los labios de la joven bruja y sonrió satisfecha mientras volvía a admirar su belleza agonizante en la soledad del camposanto.

Ebony renació después de la muerte sintiendo que su corazón no palpitaba más y que su piel palidecía en espasmos gélidos...
En aquellos instantes de incertidumbre, la vampiresa novicia dejó escapar sus lágrimas mientras Favole acariciaba su cuerpo trémulo.

La sílfide veneciana se despidió Ebony fundiendo su cuerpo en las nieblas y siguió entonces su camino hasta Rumanía. Desfalleciendo de tristeza, comprendió cómo el don oscuro que Ebony agradecía no sería más que su propia perdición... Cuentan los árboles muertos que la joven hechicera abusó de su poder para dar muerte a los culpables de su abandono. Impulsada por la ira, no aprendió de su nueva condición, y en su torpe inexperiencia fue prendida por los aldeanos sin haber culminado su venganza... cuando la noche llegaba a su fin y el alba debilitó sus poderes oscuros.

Desde aquella última noche, los viejos robles que la vieron crecer acunan en sus ramas a una pequeña gata negra, cuyos maullidos despiertan por las noches a todos los niños que ríen felices jugando en la palidez de sus aldeas.

Ebony ardió en la hoguera de la purificación cristiana al amanecer, mientras lloraba en la frustración de su corazón herido. Y en su expirar, su alma jamás ascendió a los Cielos. Es más, ahora sus ojos resplandecen en la oscuridad cuando recorre la arboleda nocturna y aprende a cazar a los desafortunados roedores que se cruzan en su camino. Después de consumar sus cacerías nocturnas, vuelve a maullar en celo mientras corre entristecida por los bosques, deseando encontrar a alguien que algún día vuelva a besar su pequeño cuerpo.

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